lunes, 25 de noviembre de 2013

Hangzhou, la China más romántica

HANGZHOU, LA CHINA MÁS romántica


Como buena Asian lover que soy, no podía posponer mucho más un post que tuviera como destino o punto de partida (según se prefiera): Asia.
En esta ocasión vamos a viajar hasta Hangzhou (ni nos molestéis en intentar pronunciarlo porque casi seguro que no vais a acertar; mejor que recordéis, al menos, como se escribe…). Esta ciudad, capital de la provincia china de Zhejiang, cuenta, al más puro estilo de urbe china, con 1,6 millones de habitantes, ¡ahí es nada!, ha estado considerada como una de las ciudades más hermosas de China. De hecho, los chinos tienen un refrán que reza así: “En el cielo está el paraíso, y en la tierra Suzhou y Hanzhou”, es decir, que Hanzhou vendría a ser una especie de paraíso terrenal.
Para Marco Polo la ciudad tampoco pasó desapercibida y tras su paso por la misma, allá por el siglo XVIII, dijo de ella que “era la ciudad más elegante y suntuosa del mundo”; muy bien queda este Marco Polo aunque parte de razón no le faltaba…































Si estáis de paso por Shanghái, no podéis dejar de reservar un día para desplazaos hasta Hangzhou. Os aseguro que el madrugón y el periplo para coger el tren hasta el destino os merecerá la pena.
China, tiene tantos claros y sombras, como chinos y chinas, y Hangzhou, desde mi punto de vista, es uno de sus claros más destacables.
Personalmente tengo que agradecerle a You, el alma mater de mis incursiones en el país asiático y mi ángel de la guarda en aquellas tierras lejanas, la recomendación de visitar esta ciudad y sus inolvidables rincones: la China más romántica, diría yo.
Destacada mención al llamado Lago del Oeste. Un placentero recorrido por sus orillas os transportará a un sublime estado de romanticismo.

El lago está dividido en tres zonas: el lago exterior,  el lago interior y el lago posterior. Dentro del lago hay cuatro islas. Las distintas partes del lago están separadas por diques, estrechas franjas de tierra de la que emergen sauces, especies varias de flores autóctonas  y una retahíla de pintorescos puentes de piedra.






















Ese halo romántico languidece y baña cada recodo del lago y sus alrededores. Su momento culminante: el atardecer.
Los que se enamoraron y siguen estándolo, rememorarán sus mejores momentos, los que se enamoraron y dejaron de estarlo, recuperarán temporalmente un hilo de esperanza e ilusión en el cruce de fulgurantes miradas, los que nunca se enamoraron encontrarán en Hangzhou una buena excusa para hacerlo, y todos ellos guardarán en su memoria, cual recuerdo mimado, un rincón de esta ciudad, el brillo de esa mirada, el roce de esa mano o la luz del atardecer reflejada en el lago con las pagodas como telón de fondo.

 Y como todo no podía ser de ensueño, como pincelada gastronómica decir que no hay mucho que destacar en este ámbito y que, de hecho, no recomiendo comer a precio europeo de terraza parisina en el restaurante de referencia que se encuentra dentro del lago ya que ni su comida ni su servicio son dignos de mención. La opción picnic sería la más aconsejable para disfrutar en esencia de este entorno.

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